Sin recurrir a teorías pedagógicas ni estudios avanzados de conducta, mi experiencia en 20 años de tratar con jóvenes universitarios, me dio la clave para descubrir los talentos, gustos y habilidades de los jóvenes que, incluso, ni ellos mismos conocían.
En el año 2005, para cumplir con el programa de educación cívica, organizamos una serie de visitas a oficinas de gobierno de todos los niveles para conocer su funcionamiento interno. Cuando tocó el turno para visitar la Cámara de Diputados, un estudiante me dice: “Yo no voy a ir a ese lugar, mi papá dice que es para transas y corruptos y además, yo estoy estudiando ingeniería en ciencias computacionales, ¿qué tengo que ir a ese lugar que es para abogados con ganas de dedicarse a la política? No tiene sentido”.
Mi respuesta fue: Lo siento mucho, pero tienes que ir o pierdes tu lugar en este programa, TODOS tienen que cumplir con las visitas programadas. El estudiante con cara de rechazo aceptó y se integró al grupo para la visita.
Dos semanas después me enteré de que este joven estaba colaborando con los ingenieros que instalaron el tablero electrónico de la Cámara de Diputados y logró que lo contrataran como asistente. La Cámara de Diputados lo deslumbró.
Nunca le pregunten a un joven si le parece ir a tal o cual lugar a vivir una experiencia nueva, porque su respuesta será negativa si no conoce ese lugar. OBLIGUENLO a ir y solo así el joven podrá darse cuenta si ese lugar es lo que él busca para su vida o no.
Muchas y diferentes experiencias extra escolares son la clave para que los jóvenes descubran lo que más los emociona y en dónde pueden desarrollar mejor sus habilidades naturales.
Los adultos debemos indicarles el rumbo y ellos se encargarán de construir su propio camino.